El 15 por ciento de la producción global de metano deriva de los vacunos y sus procesos digestivos, por lo que controlar su dieta se ha convertido en una misión esencial para evitar el calentamiento global.
Por Alberto Iglesias Fraga
Ciudad de México, 25 diciembre (TICbeat/SinEmbargo).- ¿Qué comen las vacas, las ovejas y otros rumiantes? ¿Debemos controlar sus dietas para que sus ventosidades no destruyan a la humanidad? Puede que crean que nos hemos vuelto locos, pero nada más lejos de la realidad.
Y es que, los procesos digestivos de los rumiantes se genera metano, un gas con un efecto invernadero 23 veces mayor que el del CO2. En España, la mitad de las emisiones antropogénicas de metano es producida por los animales de granja, siendo los rumiantes los principales contribuidores. Incluso varios estudios demuestran que el 15 por ciento de la producción global de metano deriva de los rumiantes y sus procesos digestivos. Por ejemplo, una vaca lechera puede generar diariamente 400 litros de metano y un ternero de engorde producir más de 200 litros.
Quizás por todo ello es fundamental controlar la dieta animal para influir en los gases que emiten estos rumiantes -metano y nitrógeno- y minimizar el efecto invernadero. Eso han pensado en la Universidad Politécnica de Madrid, cuyos investigadores han analizado cómo se relacionan estos conceptos, principalmente en cuanto a los alimentos ricos en proteínas o en fibra se refiere.
Según los autores, la digestión de este compuesto se produce una fermentación de las cadenas carbonadas que resultan de la desaminación de los aminoácidos, un proceso metabólico que se produce durante la fermentación de los rumiantes, que es a su vez una parte esencial de su proceso digestivo.
Los resultados del trabajo indican la conveniencia de intentar minimizar los contenidos de proteína de las dietas de los rumiantes, ajustándolo de forma precisa a sus necesidades nutritivas. Ello puede conseguirse mediante la sustitución parcial de la proteína por compuestos de nitrógeno no proteico (por ejemplo, urea) o reduciendo la degradabilidad ruminal de la proteína mediante tratamientos apropiados. En el trabajo realizado, se observó que en la fermentación ruminal de 100 g de proteína se generaban casi tres litros de metano.
Para los investigadores de la UPM, la importancia de su estudio, que se ha publicado en el Journal of Animal Physiology and Animal Nutrition, está en que “la aplicación práctica de este conocimiento implicaría una mayor eficacia alimentaria en los rumiantes y una reducción de las emisiones contaminantes (nitrógeno y metano), con la consiguiente mitigación de sus efectos a nivel de la eutrofización y el cambio climático”.